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Las ensoñaciones de Rousseau...

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Ensoñaciones de un caminante solitario

J. J. Rousseau (Publicado en 1782)


Esta obra está dividida en un total de diez capítulos que el autor denomina "paseos", en los que Rousseau se limita a relatar sus caminatas, rememorar las reflexiones sugeridas durante sus salidas, y a divagar con la perspectiva que solo la ancianidad dota sobre todas las cosas. Seguido de los paseos hay fragmentos de diversas cartas colocados a modo de aforismos y, por último, una miscelánea de textos, más una entrevista realizada a Jean-Jacques por Bernardin de Sant-Pierre.

Con una inspiración ilustrada y pre-romántica, nos envuelve con tinte autobiográfico en sus días ilustrados de juventud con sus momentos influyentes, y en el ocaso de su vida, con estilo pre-romántico, moestrando el producto del aislamiento social entre otras cuestiones.

Mauro Armiño, el traductor usual de obra de Rousseau editada por Alianza, le hace una excelente introducción con un interesante punto de vista, en cuanto al carácter de las ensoñaciones roussenianas: “Y este ser lleno de fobias, de revueltas casi animales, instintivas, de delicadezas dominadas sólo por la impresión, por la sensación, ¿coincide con el hombre ilustrado?”.


-> Extracto de la quinta caminata o paseo.


"Cuando la noche se aproximaba, yo descendía de las cimas de la isla e iba gustosamente a sentarme al borde del lago, sobre la orilla, en algún escondido asilo; allí, el ruido de las olas y la agitación del agua, al fijar mis sentidos y desalojar de mi alma cualquier otra agitación, la sumergían en un ensueño delicioso, en el que la noche me sorprendía a menudo sin que yo lo apercibiera. El flujo y el reflujo del agua, su ruido continuo, pero intensificado por intervalos, golpeando sin cesar mis oídos y mis ojos, sustituían a los movimientos internos que el ensueño apagaba en mí, y eran suficientes para hacerme sentir con placer mi existencia, sin preocuparme de pensar. De tiempo en tiempo nacía alguna débil y corta reflexión sobre la inestabilidad de las cosas de este mundo, cuya imagen ofrecía la superficie de las aguas; pero muy pronto estas ligeras impresiones se borraban en la uniformidad del movimiento continuo que acunaba, y que, sin ningún concurso activo de mi alma, no cesaba de atraerme a tal punto que llamado por la hora y la señal convenida, no podía alejarme de allí, sin esfuerzo [...].

[...] si existe un estado donde el alma encuentre un recipiente bastante sólido para reposarse enteramente y en él reunirse todo su ser, sin necesidad de recordar el pasado ni saltar hacia el porvenir; donde el tiempo no sea nada para ella, donde el presente dure siempre, sin embargo para marcar su duración y sin ninguna huella de sucesión, sin ningún otro sentimiento de privación de gozo, de placer o de pena, deseo o de miedo, sino sólo aquel de nuestra existencia, y que este solo sentimiento pueda llenarlo por entero: mientras ese estado dura, aquel que en él se encuentra puede llamarse feliz, no por una felicidad imperfecta, pobre y relativa, como la que se encuentra en los placeres de la vida, sino por una felicidad suficiente, perfecta y plena, que no deja en el alma ningún vacío que necesite llenar. Tal era el estado en que a menudo me encontraba en la isla de Saint- Pierre, en mis ensueños solitarios, ya sea acostado en mi barca que yo dejaba a la deriva y al capricho de las aguas, ya sea sentado en el borde del lago agitado, o en otra parte, en las orillas de un hermoso río o de un arroyo que murmura sobre las arenas.

¿De qué se goza en tal situación? De nada exterior en sí, de nada que no sea uno mismo y su propia existencia; en tanto este estado dure, uno se basta a sí mismo, como Dios."


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